Ay!… los nervios, los nervios y emociones mescladas que sentí por todo mi cuerpo en saber que iba empezar un nuevo capítulo en mi vida. La preparatoria era los años en la cual no me preocupé de tantas responsabilidades, solo tuve algo de tarea, jugué deportes, charlaba con las amigas y conviví mucho con mi familia. Entrando a la universidad en el otoño de 2013, todo eso cambió. Nunca me imaginé que iba pasar por tantos obstáculos y grandes responsabilidades.
Estaba nerviosa, pero a la misma vez contenta cuando empecé mi primer día de clases. Era algo tímida en el principio del semestre. Vi muchas caras no familiares y las clases, aunque estaban llenas de estudiantes, se sentían vacías. Muchos de los estudiantes parecían como zombis pegados al celular, pulsando las teclas a 100 millas por hora.
Conversé con algunos de los alumnos de mis clases ese día y obtuve sus números de teléfono para mantenerme informada de tareas o lecturas que fueran asignadas. Aunque parezca extraño, yo no siempre era alguien que participaba o que le gustaba participar en discursos de la clase…era miedosa.
Miedosa porque cuando era más joven, no me gustaba que me eligieran para responder a una pregunta. Sentí que era el fin de mundo y que si fuera a decir la respuesta incorrecta, que todos se burlaran de mí. Pero, por supuesto, eso era solo mi imaginación. En realidad, nadie se burlaba. Si acaso, solo se quedaba la clase muda como los grillos; silenciosos pero muy atentos a sus alrededores.
No era nada fácil yendo de mi escuela al trabajo, y del trabajo a la casa para al fin hacer mi tarea. Mi primer semestre como estudiante universitaria en otoño de 2013, era una de mis etapas más difíciles de mi vida. Iba a la escuela cada mañana y trabajaba después de clases hasta al anochecer e incluso algunos sábados. Eran pocas las horas que dormía y bien poco las veces que salía con mi familia.
Me sentí atrapada en mi propia mente, pasaban noches donde mi cuerpo y en especial mis manos eran como hielo. Un toque al rostro de mi madre, le trajo preocupación en sus ojos. No le gustaba verme así, pero yo insistía que pronto pasaría y que mi cuerpo regresaría a su estado normal. Día y noche tuve batallas en mi consciencia de rendirme y solo querer dormir, pero otra parte me decía que no me detuviera ya que estaba a finales de terminar el semestre.
¡Ahh!…pero cuando llegó el aroma de chocolate caliente acompañado con un trozo de pan mexicano, ¡qué dulce fue la vida!…Al fin se acabó el primer semestre de otoño! Y yo no pude estar más contenta en saber que todo mi esfuerzo ese semestre de 2013 fue bien merecido. Obtuve buenas calificaciones y por fin pude disfrutar las vacaciones navideñas con mi familia.
Al principio, uno tiene miles de emociones cuando empiezan su primer día de clases. Algunos sienten felicidad, otros sienten angustia, nervios, enojo y mucho más. Pero cuando van pasando los semestres, el primer día de escuela si siente como el principio de un largo sueño. Un sueño que no siempre será bonito pero del cual podemos aprender y enfocarnos en lo positivo para superar nuestros obstáculos.
Tal vez no siempre sentiremos felicidad en saber que tenemos que ir de regreso a la escuela, pero en el transcurso del tiempo vamos aprendiendo nuevas temas y conceptos. También, empezamos a madurar de la mente. Igual que un árbol que ocupa agua, el cerebro ocupa adquirir conocimiento.
No es el primer día de clases al cual uno debe temer, si no el dejar de querer aprender. En la vida siempre hay algo que aprender y del cual podemos beneficiar muchísimo. El dejar de aprender solo causa una mente estrecha…
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El Florecimiento: El primer día de clases en la universidad…
Por Vianney Orozco
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October 2, 2015
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